Una vez había un judío que era muy avaricioso y
nunca gastaba el dinero que tenía, lo guardaba en un sótano que había en su
casa, que era una especie de laberinto. Un día mandó a su hija para que le
guardase el dinero. De repente se cerró la puerta y se apagó la vela que
llevaba. Por mucho que se buscó en ese lugar nunca se encontró rastro de ella,
tan solo se oían sus lamentos. Se dice que fue una venganza por su avaricia y
estuvo atormentado el resto de sus días.
En la actualidad aún se siguen oyendo los llantos de
la infeliz doncella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario